A veces es complicado decantarse por la principal virtud de un equipo. Por defecto o por exceso. Ayer fue este último caso, el polo opuesto a aquel estreno desolador ofrecido por un Málaga en construcción en su visita al Atlético de Madrid.
El valor de la tercera victoria consecutiva -con el aval de producirse frente a tres teóricos rivales de su nivel- es mínimo en comparación con el salto cualitativo experimentado en el último mes. El conjunto de Tapia firmó una notable actuación y parece haber encontrado oro, el equilibrio entre el orden y el brillo.
A la actuación del Málaga sólo se le puede poner un pero: ahorrarse el sufrimiento en la recta final. No lo mereció. El Getafe no pudo hincarle el diente en la segunda parte. Y bastante tuvo con ca-pear el temporal cada vez que los locales daban un paso al frente y se lanzaban al ataque. Pero siempre con el ansiado equilibrio, sacando pecho y sin desnudarse. Antonio Tapia debió salir plenamente satisfecho. El Málaga recordó a aquel de hace tres años, cuando de un lado ejercía una presión férrea y escalonada que asfixiaba al contrario y por otro se volcaba en ataque con soltura y una decisión apabullante.
Ese fue el Málaga de ayer, con una tremenda convicción, con empaque y hechuras de equipo grande. Recibió un duro golpe en la segunda de las tres intervenciones de Soldado y reaccionó con la personalidad impropia de un modesto. El arranque fue un calco al del Valladolid, sólo que el Getafe sí vio puerta. Desde entonces casi ni existió.
FUENTE: SUR.ES
El valor de la tercera victoria consecutiva -con el aval de producirse frente a tres teóricos rivales de su nivel- es mínimo en comparación con el salto cualitativo experimentado en el último mes. El conjunto de Tapia firmó una notable actuación y parece haber encontrado oro, el equilibrio entre el orden y el brillo.
A la actuación del Málaga sólo se le puede poner un pero: ahorrarse el sufrimiento en la recta final. No lo mereció. El Getafe no pudo hincarle el diente en la segunda parte. Y bastante tuvo con ca-pear el temporal cada vez que los locales daban un paso al frente y se lanzaban al ataque. Pero siempre con el ansiado equilibrio, sacando pecho y sin desnudarse. Antonio Tapia debió salir plenamente satisfecho. El Málaga recordó a aquel de hace tres años, cuando de un lado ejercía una presión férrea y escalonada que asfixiaba al contrario y por otro se volcaba en ataque con soltura y una decisión apabullante.
Ese fue el Málaga de ayer, con una tremenda convicción, con empaque y hechuras de equipo grande. Recibió un duro golpe en la segunda de las tres intervenciones de Soldado y reaccionó con la personalidad impropia de un modesto. El arranque fue un calco al del Valladolid, sólo que el Getafe sí vio puerta. Desde entonces casi ni existió.
FUENTE: SUR.ES
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