Sin querer darme cuenta,
ni niña ni mujer,
me asomo a tus ojos oscuros
agrandados por el hambre.
Son tus costillas una
Frágil caja de música
A la que hace mucho
que no dan cuerda.
Hasta ayer, navegaba en
un mar de cuentos de hadas,
quebrados ahora por imágenes
de guerra y hambre.
Las ávidas manos de la realidad
asen mi cuerpo joven
y lo arrastran a un pozo
de desvergüenza y pasividad
Los que pueden ayudarte
se conforman con cumplir
un destino en las filas de la madurez
que se desdibuja de puro tedio.
Endulzo la espera hasta llegar a ti
con caramelos hechos de estupidez adulta,
con sabor a responsabilidad y desidia,
a autocompasión e ira.
Quizás esos que me impiden verte me unan
a ti algún día en un abrazo hipócrita y conciliador…
ATALY.
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