El presidente alemán, Host Köhler, acaba de hacer pública por sorpresa su dimisión como jefe de Estado de Alemania, una decisión sin precedentes que se produce después de unas polémicas declaraciones sobre la misión de las tropas alemanas en Afganistán, en las que insinuó que podía constituir un uso inconstitucional de las Fuerzas Armadas y servir a intereses económicos. Unas palabras que le acarrearon duras críticas en su país.
Junto a su esposa y en una improvisada declaración ante los medios de comunicación en el Palacio de Bellevue de Berlín, ha comunicado su decisión personalmente al pueblo alemán, "lamentando" que sus declaraciones "puedan haber dado lugar a malentendidos".
"Agradezco a todas las personas que han apoyado mi tarea y pido comprensión para mi decisión", ha dicho Köhler, que inmediatamente antes había informado por teléfono al presidente del Tribunal Constitucional de Karlsruhe, al presidente del Bundestag, a la canciller Angela Merkel y al vicecanciller Guido Westerwelle.
"Ha sido un honor servir a Alemania en este puesto". Con estas palabras terminó la breve declaración leída ante las cámaras, que ha dejado a Berlín sumida en el desconcierto político.
Köhler ha dado contadas entrevistas desde que ocupa la jefatura de Estado y sus palabras son siempre lo suficientemente pensadas como para producir malentendidos. Los analistas eran conscientes de que había asumido la responsabilidad de hacer una declaración que podía ser considerada como una intromisión en la política por parte de un cargo eminentemente honórifico, pero ninguno de ellos contaba con que las consecuencias de sus palabras llegasen hasta este extremo.
elmundo.es
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