«No sabe cantar, no sabe bailar, no se la pierdan ». ¿Quién iría a un espectáculo a ver a un artista con esas cualidades? La respuesta, si se trata de quien es, es que todo el mundo fue a verla y nadie se la perdió tras leer esa crítica. Así era y es Lola Flores.
Y es que Lola era mucha Lola y tiene tantas dimensiones por las que se puede uno acercar a ella que es casi imposible abarcarla en todo su ámbito. Todo aquel que quiera acercarse a la figura de Lola Flores para conocerla debería saber que Lola es al ‘coplerío’ y a la ‘revolá’ lo que Nietzsche a la filosofía. Hay que mirarlos con otros ojos porque se salen de todo ámbito en los que se les quiera encasillar ya que ni Lola es puramente coplera ni Nietzsche es puramente filósofo. Quizás la idea del superhombre nietzscheana se pueda aplicar a Lola como la supercoplera o, más ampliamente dicho, como superartista. Y es que Lola lo tenía todo: arte, carisma, duende, embrujo, versatilidad,… (cuidaico con la comparación de Nietzsche y Lola que a ver si ahora los que lean esto van a poner en los exámenes de Filosofía que Nietzsche era Lola Flores o que cantaban el ‘quieres que te coma el tigre’ juntos por los numerosísimos tablaos alemanes, que no es lo mismo).
En fin, me centro: como seguramente sabréis, hace unos días se ha recordado especialmente a la Faraona ya que ha hecho 15 añicos desde que nos dejó aquel 16 de Mayo de 1995. Si me lo permitís, yo creo que lo que ocurrió aquel día es que murió el cuerpo de Lola (o lo que traducido a su ‘idioma’ vendrían a ser sus carnes morenas) pero lo que ese día no ocurrió (porque no creo que pueda pasar nunca) es que muera su alma porque resultaría imposible olvidar a la Faraona con sus coplas, sus bailes, sus cantes,… (Perdonad que ponga hoy tantos puntos suspensivos, que parece que me los regalan, pero es que, como digo, Lola es tan grande que, si se quiere medio describirla, hay que poner más puntos que el ‘jurao’ de ‘Se llama copla’).
Pero, vamos a lo que vamos, ¿dónde reside el secreto de Lola?, ¿por qué cautiva con sólo verla? Para empezar, creo que a esas preguntas es casi imposible responder. Lola embruja primero y luego viene lo demás. Es como el que, en las películas de gansters, dispara y luego pregunta. No obstante, creo que se puede decir que la solución a esta pregunta está, por una parte, en el arte de Lola y por otra en su versatilidad y polivalencia. Vamos, que Lola lo mismo te cantaba un fandanguico que un rap o que te cosía los bajos del pantalón, le daba lo mismo. Y lo mejor de todo, es que Lola no hacía esto mejor que nadie en cuanto a técnica (de hecho tenemos artistas grandísimos también aparte de Lola, claro está) pero lo hacía de tal manera, con tal gracia y con tal embrujo que, al verla, sólo puedes mirarla y admirarla y, al final, aplaudir y decir un ‘olé’ bien grande. El gran secreto de Lola, quizás, es que su arte no tiene secretos y sólo bebe de la grandeza del arte de mover las manos, de dar una ‘revolá’, de un taconeo y de un palmeo salidos directamente del corazón.
En definitiva, Lola era, es y será sólo Lola y cuando demostraba su arte era ella y nada más porque, aunque no se pueda llegar al arte de Lola para definirlo, lo que sí creo que se puede decir es que vivió aprovechando el arte y la vida y nos enseña una lección de cómo vivir la vida intensamente. Justo como Nietzsche.
JULIO MORENO
Y es que Lola era mucha Lola y tiene tantas dimensiones por las que se puede uno acercar a ella que es casi imposible abarcarla en todo su ámbito. Todo aquel que quiera acercarse a la figura de Lola Flores para conocerla debería saber que Lola es al ‘coplerío’ y a la ‘revolá’ lo que Nietzsche a la filosofía. Hay que mirarlos con otros ojos porque se salen de todo ámbito en los que se les quiera encasillar ya que ni Lola es puramente coplera ni Nietzsche es puramente filósofo. Quizás la idea del superhombre nietzscheana se pueda aplicar a Lola como la supercoplera o, más ampliamente dicho, como superartista. Y es que Lola lo tenía todo: arte, carisma, duende, embrujo, versatilidad,… (cuidaico con la comparación de Nietzsche y Lola que a ver si ahora los que lean esto van a poner en los exámenes de Filosofía que Nietzsche era Lola Flores o que cantaban el ‘quieres que te coma el tigre’ juntos por los numerosísimos tablaos alemanes, que no es lo mismo).
En fin, me centro: como seguramente sabréis, hace unos días se ha recordado especialmente a la Faraona ya que ha hecho 15 añicos desde que nos dejó aquel 16 de Mayo de 1995. Si me lo permitís, yo creo que lo que ocurrió aquel día es que murió el cuerpo de Lola (o lo que traducido a su ‘idioma’ vendrían a ser sus carnes morenas) pero lo que ese día no ocurrió (porque no creo que pueda pasar nunca) es que muera su alma porque resultaría imposible olvidar a la Faraona con sus coplas, sus bailes, sus cantes,… (Perdonad que ponga hoy tantos puntos suspensivos, que parece que me los regalan, pero es que, como digo, Lola es tan grande que, si se quiere medio describirla, hay que poner más puntos que el ‘jurao’ de ‘Se llama copla’).
Pero, vamos a lo que vamos, ¿dónde reside el secreto de Lola?, ¿por qué cautiva con sólo verla? Para empezar, creo que a esas preguntas es casi imposible responder. Lola embruja primero y luego viene lo demás. Es como el que, en las películas de gansters, dispara y luego pregunta. No obstante, creo que se puede decir que la solución a esta pregunta está, por una parte, en el arte de Lola y por otra en su versatilidad y polivalencia. Vamos, que Lola lo mismo te cantaba un fandanguico que un rap o que te cosía los bajos del pantalón, le daba lo mismo. Y lo mejor de todo, es que Lola no hacía esto mejor que nadie en cuanto a técnica (de hecho tenemos artistas grandísimos también aparte de Lola, claro está) pero lo hacía de tal manera, con tal gracia y con tal embrujo que, al verla, sólo puedes mirarla y admirarla y, al final, aplaudir y decir un ‘olé’ bien grande. El gran secreto de Lola, quizás, es que su arte no tiene secretos y sólo bebe de la grandeza del arte de mover las manos, de dar una ‘revolá’, de un taconeo y de un palmeo salidos directamente del corazón.
En definitiva, Lola era, es y será sólo Lola y cuando demostraba su arte era ella y nada más porque, aunque no se pueda llegar al arte de Lola para definirlo, lo que sí creo que se puede decir es que vivió aprovechando el arte y la vida y nos enseña una lección de cómo vivir la vida intensamente. Justo como Nietzsche.
JULIO MORENO
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