Inmersos, como estamos ya, en la Semana santa (de hecho, hoy es Viernes de Dolores, por cierto, felicidades a todas ellas en sus múltiples acepciones: Dolores María Dolores, Lolas, Mari Lolas, Lolicas, Mary Pains, etc), creo que se hace necesario mirar hacia los días que se nos avecinan para ver de qué manera se pueden vivir si nos atenemos a la/s experiencia/s de otros años o con miras nuevas si es que queremos hacer de la Semana Santa de este 2010 una experiencia nueva y diferente (bueno, esto último me ha ‘quedao’ muy de folleto de Marina D’or, lo acepto).
A lo que vamos: por lo general, a casi nadie se le escapa que la Semana Santa se parece demasiado a la Navidad (sustituyendo el turroncico
por las torrijicas) en el sentido en que son muchas familias las que se reencuentran estos días (que se lo digan, si no, a Antonio Banderas que siempre acaba en Málaga para ver a su madre, salir en su procesión y de paso la Melanie y la Estela del Carmen se ponen moraícas de comida andaluza hecha por doña Ana: boquerones, gazpachico con buen aceite y hasta, si la Estela viene ronca de los ‘States’, su poquita de miel de Frigiliana). Así, la Semana santa supone la segunda oportunidad del año para que los familiares se vean (y para que, de paso, la “cuñá” de Barcelona (que nunca ha podido con la suegra) ve cómo de negra tiene ésta ya la raya del pelo después de las mechas que se echó para Nochevieja, claro, que la otra pensará que para ponerse el caperuz, demasiado que se lo ha lavado, en fin, cosas del directo).
Otra opción semana santera son los viajes. Éstos suelen ser de poca distancia, dado que, en una semana, poco tiempo da a visitar Laponia o Chicago, claro que algún alérgico al incienso ganas le dan de irse más ‘pa`llá’ de Fernando Poo para no rozarse en las bullas, muy típicas, por cierto, de estas fechas por estas latitudes andalusíes. Los que se van de viaje suelen venir muy relajaícos pero, eso sí, buscando en el youtube, imágenes para ver las novedades de la procesiones más importantes como qué túnica ha estrenado el Abuelo de Jaén o el Señor de Málaga y/o preguntando si ha llovido y si han podido salir todas las hermandades.
Y, al hilo de eso, ahora sí, llegamos a la opción más típica, la que a mí más me gusta y la que, siempre que puedo, intento vivir: la semana santa de los pasos y las procesiones, las mantillas, el incienso, la torrija empapá, los encierros y ‘salías’, las revirás y levantás y hasta del ‘aguaor’, el carrico de los globos y la del chavea que toca la trompeta y el tambor antes de que lleguen los de verdad. Si se elige esta opción, se sea creyente o no, se vivirán experiencias únicas y difíciles de explicar ya que tocan la fibra del sentimiento más profundo, algo único, sin duda.
Por último, está también la Semana Santa que es como los dibujos que nos mandaba la maestra en parvulicos cuando nos portábamos bien: de tema libre, es decir, ‘cá’ uno lo que quiera, que también relaja mucho, ‘cucha’ tú.
En definitiva, se elija lo que se elija, os deseo a todos lo que seguís mi humilde sección (y a los que no, también) que esta Semana Santa, sea, aparte de eso, una santa semana. (¡Ah, y no os olvidéis de comer mucho encebollao y dejar el Mc Donalds para después de encerrar ‘El Resucitao’, que no se puede comer carne). ¡A pasarlo bien!
JULIO MORENO.
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