“¿Conoces a la Pepi? Cuchi que no la conoces, que si, esa que la dejó el marido por otra que conoció en el Bingo. ¿Aun no?, que si, mira,… si es la que su padre pilló a su madre en la cama con otro hace poco y la que se lió con con el del butano un día que le llevaron la bombona, que lo vi yo. ¿No caes?, pues la conoce todo el mundo, si además salió en el ‘Diario de la Patricia’ (bueno de la muchachica esa que está por la Patricia, que no me acuerdo cómo se llama) para contar que era ludópata y adicta a no sé qué. Bueno, aunque no te suene la Pepi, te voy a contar más cosas de ella: mira, ahora resulta que la Pepi…”
Tras asistir atónito a semejante glosa de la vida y milagros de la Pepi, el otro día, me encontré con ella en la cola del Mercadona y así, cascando de todo un poco, me dijo que, aparte de los vitalíneas y las natillas de chocolate, se llevaba sólo medio melón porque, al ser soltera, se le ponía malo si se lo llevaba entero. Sorprendido por la palabra “soltera”, le pregunté por eso como alma que lleva el diablo y me dijo que tiene el mismo estado civil que su madre, que era madre soltera y a la que nunca conoció ya que ésta, desgraciadamente, había muerto durante el parto de ella.
No contento con esto e intentando encontrarle sentido a lo que me contaron, reconduje como el tema y traté de sacarle, para unir cabos, qué fuente de energía la calentaba. Esperanzado en que dijera, al menos, la palabra mágica “butano”, va la Pepi y me dice que siempre ha tenido Gas Natural y, comentando las gracias y desgracias de los gases, me dijo que, por el tranquillo de su puerta, no ha pasado jamás una bombona ya que como era soltera, recalcó de nuevo, tampoco podría ella solica con la botella naranja. ¡Ah! y me dijo que para la cocina tenía ‘vitro’, soltera pero moderna, ''cucha tú''.
A pesar de que el ‘método Google’ no me había dado resultado, seguí rastreando en mi mente por palabra clave y me di cuenta de que la Pepi vive en un pueblo cerca de Jaén donde no hay bingo y lo único que tienen para ‘delinquir’ en lo que a juego se refiere es la tragaperras del bar del Antoñico (donde la Pepi fue con sus amigas por última vez cuando empezó “Pasaporte a Dublín” y donde no entra porque se encontró aquel día un pelo y una uña en las patatas ali-oli que le pusieron de tapa y ahora, claro está, le da asco hasta pasar por la puerta)
Entonces, empeñado en sacarlo algo a toda costa a la Pepi, le pregunté en que se entretenía y si le gustaba la tele y me dijo que sólo veía los documentales de después de comer y que luego se iba al centro social donde, hasta la diez de la noche cada día, hacía punto de cruz, bolillos y punto de cruz y que la tele la veía poco y cuando le pregunté que si conocía el ‘Diario de la Patricia’ me dijo que no la conocía ni a ella ni a su sucedánea y me preguntó que si el Hermida seguía aún en activo.
Más perdío que el barco el arroz, decidí rebuscarle en la bolsa del Mercadona a ver que llevaba y, aparte del medio melón de soltera, los vitalíneas y las natillas, encontré unas bolsas de hierbas. “Ya está”, pensé yo, “cuando el río suena,… aquí está la adicción,… la Pepi es porrera, ¡qué fuerte!”. “Ante la mirada atónita de la Pepi, abrí una de las bolsicas y descubrí, por el olor, que era sólo menta poleo y que, si le daba la vuelta, poleo menta, de ahí no pasaba.
“Aquí falla algo”, pensé yo, “esta no es la Pepi”. Entonces, aprovechando que su monedero (catetísimo) estaba en la bolsa del Mercadona, lo abrí y descubrí con estupor que no había error: lo decía clarico en su DNI (electrónico, por cierto): “la Pepi”, ponía. No había duda y además no tenía fotos de hombres ni de hijos secretos dentro de la cartera. Definitivamente, la Pepi (que en ese momento recogía las monedas que se habían caído durante mi búsqueda) era perfecta.
JULIO MORENO