En sus 14 años de vida, Hoda al Ali apenas se había aventurado más allá de las calles de Shatila, uno de los abigarrados 12 campos de refugiados palestinos que existen en el Líbano, escenario de una de las más graves matanzas sucedidas durante la guerra civil.
Para llegar a su angosta calle hay que sortear montículos de basura y esquivar el cableado eléctrico –resulta difícil describirlo como tendido- que pende de ventanas y muros para enmarañarse en intrínsecos nudos. La amable sonrisa de sus vecinos, que suelen matar el tiempo sentados ante sus casas, pone color en un mundo de sombras, las proyectadas por los edificios superpuestos que se amplían sin orden ni permisos para albergar a las nuevas generaciones de refugiados.
Con este escenario no es de extrañar que en el universo de la cría no hubiese lugar para el regocijo ni la esperanza, ni que no soñase con una mínima calidad de vida o unas dignas condiciones de salubridad. Sólo conocía pobreza, exclusión social y un futuro incierto hasta que cayó en sus manos una cámara fotográfica y tuvo la excusa perfecta para salir de su barrio/campo a las calles de Beirut, ciudad de excesos, lujo y contrastes. Y para llevarse la primera desilusión de su vida, pero convertir la decepción en una bella causa vital. “Me molestó mucho ver Beirut: el orden en las calles, la limpieza, la felicidad de la gente… Pensé ¿por qué nosotros no podemos vivir igual? Y decidí convertir la cámara en un instrumento de denuncia, en una herramienta para que los demás vean cómo vivimos en los campos y para que nuestra situación mejore”.
Hoda es uno de los éxitos del programa lanzado por Zakira (Memoria), la ONG creada en 2007 por el fotoperiodista Ramzi Haidar para iniciar a jóvenes palestinos y libaneses en la fotografía y, lo que es más importante, permitirles conocerse mutuamente y derribar el muro imaginario que separa a ambas comunidades. “La idea surgió tras la invasión de Bagdad en el año 2003. Pensé en hacerlo en Irak, pero la situación se deterioró mucho para los extranjeros y consideré que no era viable. Al fin y al cabo, los niños son siempre niños ya sea en Irak, el Líbano o Afganistán”, explica Ramzi, que tras 24 años como reportero internacional ha abandonado la agencia France Presse para concentrarse en proyectos como Zakira.
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