El hallazgo por parte del Ejército mexicano de un solar con 72 cadáveres – 54 hombres y 18 mujeres- de inmigrantes centro y suramericanos secuestrados y asesinados, presuntamente por narcotraficantes a tan sólo 160 kilómetros del paso fronterizo que pretendían alcanzar, ha disparado por fin la alarma respecto a la gravedad de dos tragedias que azotan toda América Latina, y a México en particular: la violencia del crimen organizado y la vulnerabilidad de los migrantes. Aunque esta masacre ha dado la vuelta al mundo por el número de personas asesinadas no es un suceso aislado ni novedoso.
México es el principal país de origen de los migrantes latinos en Estados Unidos, pero también es el país de obligado tránsito para el resto, y la primera criba para los indocumentados.
En su trayecto, se ven sometidos a una desprotección total y al abuso, violaciones, palizas, secuestro, detención y extorsión por parte tanto de la policía mexicana como de las bandas que los amenazan con venderlos para la trata de personas o deportarlos. Según un informe de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, sólo entre septiembre de 2008 a febrero de 2009, fueron secuestrados 9.758 migrantes, es decir, cerca de 1.600 por mes.
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