Mira que ya lo dijo el Aristóteles cuando hacían todas las calles y carreteras en plan ‘adoquinao’ y cuando la moda era ponerse una sábana de algodón ‘cruzá’ en plan ‘esto-de-aquí-no-se-cae’, que en el término medio esta la virtud. Vamos, para que me entendáis: que ni calvo ni con tres pelucas, como se dice por aquí por Jaén. Algo así es lo que, creo yo, deberíamos hacer todos cuando ponemos el aire acondicionado en nuestras casas y en lugares públicos a los que vamos.
No estoy diciendo yo (ni mucho menos) que venga ahora el mismísimo Aristóteles con sabana ‘terciá’ y todo a ponernos la temperatura virtuosa en los aparatos de aire de cada casa, comercio o edificio, no pero sí, por favor, si lo tienen a bien, yo pediría que lo bajen una ‘miajica’ para que sea más agradable que los frioleros lo estamos pasando mal porque tenemos las garganticas más ‘agarrás’ que la guitarra de Paco de Lucía y en los pezones podemos colgarnos dos abrigos de pana ‘mojaos’ sin que se nos caigan.
Pero claro, esa es mi opinión de friolero porque esa es otra: ¿Cuál es la buena temperatura?, ¿A cuántos grados debemos poner el aparatico para que nos haga felices a todos por igual? Tras muchas investigaciones en las que ha habido que lamentar la pérdida de muchos cubitos de hielo, la Universidad de Honolulú en estrecha colaboración con la Universidad de la ciudad donde vive Doraemon ha concluido en que no hay manera objetiva de llegar a una temperatura que tenga contentos a todos los habitantes de un edificio con un solo regulador de temperatura, más que nada porque el frío, como casi todo en esta vida, es muy subjetivo y porque la situación de cada persona es diferente.
Si no, que se lo pregunten, por ejemplo, a la persona que lleva en su casa toda la tarde con el aparato de aire encendido mientras esta ‘calmaico/a’ sentado/a en el sofá. Creo yo que esa persona ha encontrado el paraíso de la temperatura en unos 25 grados (aproximadamente, que yo de esto entiendo más bien poco) pero claro, que no cante victoria, porque ese momento, la tita Enriqueta, con cuarenta y cuatro bolsas del Mercadona, llega por la puerta más calentica que el palo un churrero.
En ese momento, el paraíso de la temperatura se acaba para el/la que estaba reposando porque la tita, muy ‘acalorá’, pondrá el aparatico de marras en 18 grados para quitarse toda la calor que la pobretica ha venido acumulando del Mercadona hasta la casa. Claro que ese no es, ni mucho menos, la única situación que pueda presentarse con respecto a los aires ya que la naturaleza friolera o calurosa de cada uno, aún sin hacer esfuerzos, determinará qué temperatura preferiremos de manera general.
Resumiendo, aunque es difícil llegar a un punto intermedio y calurosos y frioleros se enfrenten como lo hacían los chicos con las chicas (y vicecersa) en ‘Furor’ lo que os pido por el bien común es que podamos llegar a un punto medio para acabar con este relativismo y para que la temperatura nos contente y nos refresque a todos por igual, aunque sea con la ayuda de Aristóteles y con la de la tita Enriqueta, claro.
JULIO MORENO
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