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viernes, julio 30, 2010

JULIO MORENO: BARBACOA DE CACHETES, PECHITOS Y OMBLIGOS...

Inmersos como estamos dentro del calor y del verano hasta las trancas y así como las habichuelas traen los gases o los niños de San Ildefonso, el gordo, el verano trae de la manica la canción del verano como cada año viene siendo tradicional (que bien me ha quedado esto, que parece que estoy dando el pregón de la feria).



Pero, a lo que vamos, ¿qué es la canción del verano realmente? ¿Qué es lo que primero sugiere la canción del verano cuando la traemos a nuestras mentes? Bueno, si tuviéramos que buscar una definición popular sugerida del término semántico “canción del verano”, creo que todos diríamos que es la canción que suena más durante un verano en radios, teles, piscinas, playas, chiringuitos, terrazas, discotecas y otros lugares y/o medios de ambientación estival o, para que me entendáis, en aquellos sitios en los que la gente se mueva más durante el verano, que, básicamente, son aquellos lugares en los que el mercurio baje unos gradicos y más este verano que está todo más caliente que la gomica del tanga de la Yola Berrocal.



Pero esto también es subjetivo porque no hay manera humana de medir objetivamente qué canción suena más (aunque eso sí, siempre se nos queda un regustico machacón de cada vez que ponemos la radio, eso es innegable). De cualquier modo, no siempre suena únicamente una canción por lo que creo yo que no es “la canción del verano” sino “las canciones del verano” las que nos alegran la existencia cuando las calores aprietan.



De todas maneras, creo que se hace necesario (más que el comer) hacer una alegato y defensa de la/las canción/es del verano como elemento integrador dentro del verano y entre veranos en el sentido en el que nos hace bailar a todos a la par en el mismo verano y representa también un testigo de que estamos en esta estación cuando empieza a aparecer esa melodía que se pega a nuestras cabezas como un elemento más de nuestra anatomía creando así cohesión (y coherencia) entre veranos en tanto en cuanto este verano se parece al anterior en ese sentido y así sucesivamente desde época prehistórica cuando, por cierto, también había canción del verano aunque por aquel entonces sólo fueran sonidos guturales emitidos por el Georgie Dann del momento (que obviamente aún no cantaría la barbacoa ya que en la prehistoria no se había inventado el fuego pero seguro que le cantaría de manera sensual a las puntas de lanza, a las cerámicas policromadas o, siguiendo con los festines gastronómicos, al jabalí o al cervatillo que anduvieran por allí correteando y que, pobreticos, se convertirían en las próximas víctimas).



En cualquier caso, las canciones del verano siempre nos hacen disfrutar y cantar y, lo que es mejor, desinhibirnos intentando bailar al son que más nos hace sudar pero que, eso sí, siempre se jacta de ser el más “refrescante” del verano. ¿Paradoja?, ¿Oxímoron? No, no rebusquéis en la lógica ni en la metafísica grecolatina, es sólo la canción del verano, así que a bailar, a cantar y a disfrutar sin pensar, que las neuronas ahora se funden muy fácilmente y, además, lo que el cuerpo y las canciones piden en esta época es juntar los cachetes, los pechicos y los ombligos hasta que el cuerpo aguante mientras la barbacoa del Georgie Dann arde como la leña de la Pantoja.


JULIO MORENO

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