EL BAUL DE LOS RECUERDOS: EL 'ANTIAYÉ' DEL AUTORRADIO

Aunque con un poquitico retraso ya estamos aquí con una fuerza y una alegría que ni Leticia Sabater recién ‘levantá’ para intentar sacar del baúl de los recuerdos toda la nostalgia que podamos, especialmente aquella que tenga más polvo por lo alto para soplárselo y descubrir una realidad apasionante que hemos dejado atrás por mor de la tecnología mundial más puntera de todos los ámbitos. Así que, valorando la nostalgia como lo que es y viendo lo nuevo no como algo novedoso sino como nostalgia futura, empezamos a darle al coco y a mi pobre memoria para rescatar aquello que nunca debió desaparecer del todo de nuestras vidas.

Para empezar, me gustaría rendirle un homenaje muy merecido a los queridísimos autorradios a los que ya, sabedora de su incalculable (y queridísimo) valor, cantaba mi (queridísima) Carmen Sevilla antes de lanzarse al apasionante (y queridísimo) mundo de nuestro (queridísimo) ‘Cine de Barrio’. Para la (queridísima) chavalería que no sepa lo que es un (queridísimo) autorradio, he de decirle que eso es un (queridísimo) aparatico muy bonico que estaba en la (queridísima) época de los 80 y de los 90 en los (queridísimos) coches de toda España y que obraba el por entonces (queridísimo) milagro de ir escuchando el (queridísimo) ‘carrusé’ y otros (quridísimos) programas radiofónicos (y posteriormente cinticas de todos los gustos y colores) en el coche mientras íbamos a todos los lugares que quisiéramos cómodamente montados en nuestros (queridísimos) automóviles.

Pero el avance social que el autorradio supuso fue simplemente revolucionario (exactamente igual que cuando la Sabrina enseñó la teta), muchísimo más que la invención de la locomotora, de la electricidad o que el teléfono, donde va a parar. Buena prueba de ello es que, desde entonces, no se ha construido un solo coche (por básico que sea) que no lleve autorradio más o menos tecnológico (léase con CD, MP3 y otras ‘chominaícas’).

Y es que el autorradio ha evolucionado una barbaridad y muy rapidico. Sólo hay que ver, si no, los actuales de serie (sin entrar en los ‘tuneados’) comparados aquellos primeros autorradios en los que la radio se sintonizaba con una ruletica y en los que encontrar una emisora que se escuchara medio bien era más difícil que te llamara a tu casa la Rafaella para decirte “Hola” y, al final, seguro que se pondría alguna cintica de esas que andaba por la guantera sin caja ni ‘na’ y en las que indefectible cantaba algún héroe de gasolinera superviviente sólo conocido en su pueblo (al que, por supuesto, le cantaba con pasión) que, posteriormente y con el paso de los años, fue sustituido por el (queridísimo) electro-pop de Camela que, seguramente, alegraría los viajes de ida y vuelta por España de todos aquellos afortunados que tenían la suerte de tener el súper-pack compuesto de autorradio y cinta de Camela comprada genuinamente en una gasolinera, casi ‘na’

En definitiva, el autorradio y sus secuaces nos han hecho y nos siguen haciendo agradables los trayectos en nuestros coches y si la alegría fuese visible seguro que iría ‘pintaíca’ como notas musicales detrás. Así que, viva el (queridísimo) novio de todos los autorradios, nuestro (queridísimo) Arcadio y que vivan los autorradios cuanto más prehistóricos mejor.

JULIO MORENO