Stephen Daldry vuelve a la gran pantalla con la adaptación de una novela del alemán Bernhard Schlink para la que ha contado de nuevo con la ayuda del guionista David Hare. La película cuenta la historia de un fogoso y apasionado romance entre un adolescente y una treintañera que torna en una relación tortuosa y traumática para Michael (Ralph Fiennes), que quedará marcado durante toda su vida al descubrir la verdadera identidad de Hanna (Kate Winslet), aquella mujer de la que se enamoró e idolatró durante tanto tiempo.
Nuevamente nos encontramos con otro relato (que parecen inagotables) acerca de la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto y las consecuencias para el pueblo alemán. Esta vez lo hace de manera más sutil, buscando otras perspectivas y abordando también otras temáticas controvertidas como pueden ser las relaciones sexuales con un menor o el analfabetismo.
De ritmo tranquilo y sencilla en sus formas pero con un trasfondo vital y complejo que, en cierto modo, se deja a la libre interpretación del espectador. Podemos decir que la película se divide en tres partes argumentales atendiendo a su temporalidad, con saltos hacia el pasado y el presente que se encadenan de manera ingeniosa y nos hacen viajar a través del tiempo. Esta estructura hace que haya fragmentos de mayor interés para el espectador que otros, incluso hay partes de la película que pueden resultar lentas y pesadas.
Una de las partes tiene lugar en 1995, en la actualidad. Otra nos transporta a los años 50, cuando Michael (David Kross) de 16 años conoce a Hanna, una mujer hipnótica y enigmática que prácticamente le dobla la edad. Así comienza un impúdico y lujurioso idilio, en el que la desnudez de sus cuerpos se convierte en una paradoja de una relación misteriosa, sin compromiso e interés, en la que sólo existe morbosidad y una tracción irrefrenable. La última parte tiene lugar ocho años más tarde de la desaparición de Hanna.
Michael, prometedor estudiante de derecho, acude a un juicio en el que se pretende sentenciar a varias colaboradoras del holocausto. Para su sorpresa, entre las acusadas encuentra a Hanna, de talante frío, sin muestras de arrepentimiento y sin intención de excusarse. Al escuchar los diferentes relatos y declaraciones, Michael comienza a dar sentido y a comprender la actitud y lo vivido junto a ella. En ese momento, surge en él un cúmulo de emociones contradictorias, de repulsa, desdén y lealtad hacia la mujer que le abrió los ojos al mundo y que marcará al rojo vivo sus futuras relaciones amorosas y sentimentales.
Por último, me gustaría destacar la brillante puesta en escena de la maravillosa Kate Winslet y un desconocido pero sobresaliente David Kross, que llenan el celuloide de pasión, erotismo y credibilidad.
Belén Higueras Garnica
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