Mirando una fotografía en Internet, en la que se veía la palabra “Adiós” escrita en la arena, he recordado un cuento en que un amigo escribía algo malo en la tierra sobre su compañero, mientras que lo bueno lo grababa en una gran roca.
El adiós, lo malo del amigo, se lo llevará el mar o lo borrará el viento, mientras que lo bueno permanecerá fijo en la roca mucho tiempo. En estos días de despedidas, me ha surgido esa idea.
No es momento de tristes y largas despedidas. El año es bueno cuando a principio del curso plantas esa pequeña semilla, que muchos ven de forma ridícula, y que termina dando buenos frutos. No podemos obviar los momentos malos, pero éstos pueden ser aplastados por un alud de amor.
Por ello no debemos decir adiós, sino “bienvenido”. Porque si los inicios son buenos, qué grande será el futuro que por delante nos queda. La llama de nuestra vida no se apaga, y los amigos aunque físicamente en la distancia siempre viajan en nuestros corazones.
Si este año me han brindado algo en lo que realmente he sentido “un escalofrío de gozo”, es simplemente una palabra: AMA.
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