Hijo mío. Hermano mío:
Hoy te he visto abatido, derrotado, sin fuerzas. Has buscado más allá de mis límites una respuesta a tantos errores del mundo sin resultado.
Te ha pasado lo mismo que a la lluvia que cae sobre la piedra y resbala para perderse allí donde no hace falta. Has sido como el árbol que buscó un buen lugar para dar sombra pero no pudo dar fruto. Te has equivocado y ahora te has dado cuenta.
Pero te perdono. Dicen que las personas aprendéis de los pequeños errores y de los grandes fracasos. Quizás sea el momento de encomendarte una misión: Aprender a ser la pequeña y simple semilla que trabajosamente dará raíces y un pequeño tallo para desaparecer, pero dejarás una hermosa planta. Te arraigarás a la tierra y dejarás que verdes tallos y hojas nazcan de aquello que tú empezaste.
Ponle un poquito de amor y no olvides darle gracias a la tierra buena, al agua abundante y al sol que desde arriba brilla. A mí, ya me las has dado.
--Dios, el que te habla--
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