Mariano Rajoy clavaría ahora los resultados de José María Aznar en 2000, el año que el PP logró la mayoría absoluta con el 44,5% de los votos, según una encuesta publicada hoy por los periódicos de Vocento. El PSOE, mientras, sufriría un descalabro solo ligeramente inferior al que soportó en aquel mismo año con Joaquín Almunia como candidato y tendría que conformarse con el 35,5% de los sufragios. Sin embargo, no todo son malas noticias para el PSOE. El amplio estudio de Ikerfel para este periódico constata que los socialistas han taponado la hemorragia de deserciones entre su electorado y serían los principales beneficiarios del reparto de la bolsa de votantes indecisos, que engloba a casi el 20% del censo.
Los populares tienen ya buena parte de su voto asignado y, en circunstancias normales, podrán rebañar poco de otros caladeros electorales. Su intención directa de voto es de 38,6%, y apenas el 6% de esa quinta parte del electorado que aún no sabe bien por quién decantarse cree que, a la postre, acabará inclinándose por la formación conservadora. Los socialistas, que llevan tiempo sufriendo el distanciamiento de buena parte de sus antiguos votantes, salen en cambio mejor parados en el reparto de esta tarta. Su voto directo es apenas del 26,6%, pero si se vieran impelidos a tomar una decisión, casi uno de cada diez dudosos acabarían dándole el apoyo. Las demás fuerzas se llevarían porciones residuales, IU, el 1,9; CiU, el 0,9; y UPyD, el 0,8.
Estos datos tienen una explicación. Los populares siguen demostrando que tienen un electorado con fidelidad de acero. El 97% de los que votaron a Rajoy en las anteriores generales volverá a hacerlo. Sus fugas son casi marginales, el 1,4% hacia UPyD, y el 0,9% hacia el PSOE. Eso hace que su suelo y su techo estén muy próximos.
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