“Dejad que los niños se acerquen a mí”, dijo Jesucristo a sus discípulos. Al pedir este deseo, el Mesías cristiano pedía inocencia, imaginación, juventud.
En cierta etapa de la vida, todos recordamos con más o menos ganas aquellos momentos en que las preocupaciones eran jugar, hacer los deberes y ver la tele.
Todos soñamos en algún momento ser como las Tortugas Ninja, fuertes y valientes. Otros con ser como Marco, para ver el mundo. Algunos, quizás, como los guerreros de Dragones y Mazmorras, para vivir aventuras. Y nuestras amigas con ser las heroínas o princesas de cuentos que dejaran en ridículo al malo de la serie.
Esto forma parte de nuestra historia. De nuestra historia. Las tardes en las que jugábamos a los Tazos en la calle, los recreos inventando historias, las canciones de los Fruittis, el sabor del Colacao por las mañanas, el olor de aquel incienso que te ahogaba viendo las procesiones... que nos han hecho ahora tal y como somos: Diferentes pero iguales.
El futuro se abre ahora con nuevos horizontes. Sin embargo otros que como nosotros veían a Calimero no tienen la misma suerte. Hay niños del ayer y de hoy que no conocen nuestro feliz pasado porque no tienen presente. Ahora que puedo permitirme soñar unos segundos, quiero tener una canción nacida del interior para cuidar de esos pequeños. Para no crear juguetes rotos. La infancia vive, y su corazón debe latir con más fuerza. ¿Me acompañas?
--Un juguete roto—