Llega otoño y más tarde llegará el invierno y ya comienzan a escucharse unos ruidos sospechosos que nos resultan familiares a todos. Cuando mas tranquilo estamos en casa, en nuestro ordenador charlando con ese amigo que no nos aburre ni cuando nos manda guiños patéticos, cuando estamos charlando con la familia sobre la jornada de hoy o cuando estamos descansando de la rutina a la que estamos sometidos, se suele escuchar a menudo un fuerte estruendo que hace palpitar con fuerza el corazón, son esos dichosos petardos de los que hablo. Los petardos sueles ser echados por niños que no tienen nada que hacer en casa y se van a la calle a hacer la gracia. Puedo aceptar que para ellos sea una ilusión hacerlos explotar, pero no puedo aceptar que para ellos no produzca tanta ilusión ver a los abuelos el domingo. No sé, se están perdiendo los valores de los niños de antes, cuando era mejor agradar a los demás que asustarlos en una noche cualquiera con esos malditos petardos. Hay días que si pueden aceptarse como animal de compañía pero hay otros días en los que no pegan ni con cola, solo consiguen asustar desde al perro que pasea tranquilo por la esquina, al anciano que esta dando de comer a las palomas hasta el joven que estudia en casa. Además no son para nada seguros para los niños que los tiran en la calle, suponen un peligro para ellos. Está prohibido venderlos pero ¿quién los vende?.Un poquito de por favor!! Que la vida ya nos asusta bastante como para que nos asusten algunos más.
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